Mañana el Parlament de Catalunya votará el proyecto de ley que, de ser aprobado, prohibirá la celebración de corridas de toros en el territorio catalán. Las cuentas sobre el sentido del voto de los diputados -algunos libremente y otros siguiendo la consigna de su partido- apuntan a que, efectivamente, no se lidiarán más toros en Cataluña.
Tal victoria, para los movimientos de defensa de los animales supondría un gran paso hacia adelante contra la “galaxia taurina”. En cambio, para los defensores de las esencias patrias es una ofensa más de los separatismos que quieren romper España.
En términos objetivos, sin embargo, el impacto sería mínimo. Los toros llevan décadas decayendo en Cataluña. Hace ya tiempo que cerraron todas las plazas, a excepción de la Monumental de Barcelona, incluidas algunas históricas como la de Olot con más de 150 años de historia. En cuanto al número de aficionados, últimamente solo la presencia de José Tomás, un torero que ha hecho suyo el coso barcelonés, conseguía llenar la plaza. No es menos cierto que el fervor antitaurino tampoco alcanzó nunca cotas dignas de mención. La fiesta, piensan algunos, se habría apagado sin necesidad de prohibirla.
El paisaje de esta batalla -vieja de siglos- es más complejo que lo que algunos desde fuera de Cataluña quieren ver. Es imposible, por supuesto, obviar una lectura en clave nacionalista: la lidia sería una tradición foránea introducida a la fuerza por el opresor español. Prohibirla solo sería un acto de justicia reparadora. Hace ya tiempo que el acoso y derribo del toro -y la devoción por el burro catalán- forma parte de las diversiones de los colectivos independentistas; el viejo toro de Osborne fue literalmente expulsado de las carreteras catalanas hace ya casi una década por hábiles comandos que le cortaban las patas una y otra vez.
La realidad, sin embargo, es que el elemento de fondo trasciende ampliamente las cuestiones nacionalistas y se inscribe mucho más en la creciente implantación social de las teorías de defensa de los animales. Leonardo Anselmi, el líder de Prou, el grupo que ha impulsado la Iniciativa Legislativa Popular (ILP), es argentino y un vegetariano vegano (que no acepta ningún alimento de origen animal). Entre los argumentos con los que ha conseguido reunir 180.000 firmas no figura ni una sola referencia a las identidades nacionales, la lengua o la personalidad de los pueblos.
La ILP para prohibir las corridas llegó al Parlament y el pasado 18 de diciembre fue aceptada a trámite por un margen ajustado: 67 diputados votaron a favor; 59, en contra, y 9 se abstuvieron. El marcador fue fruto de la decisión de PSC y CiU de dar libertad de voto a sus diputados, argumentando que este asunto no figuraba en su programa electoral; Esquerra Republicana e Iniciativa votaron en bloque por la abolición, y PP y Ciutadans, por que no se tramitara. Pese a que dieron libertad de voto, los grandes partidos mostraron sus inclinaciones. El diputado de CiU Josep Rull citó a Mahatma Gandhi: el grado de civilización de un pueblo, dijo, se mide por cómo trata a sus animales. El socialista David Pérez, reconocido taurino, pidió respeto por las minorías taurinas de Cataluña.
Pero no todo estaba tan claro. En las comarcas del Ebro existe una gran tradición de fiestas en las que el toro es protagonista, conocidas como correbous; encierros en los que el animal es más o menos maltratado según el lugar, la tradición -al bou embolat se le ponen bolas de fuego en los cuernos- o las ocurrencias de los jóvenes durante las fiestas. Prohibirlos podía tener un coste político muy alto, por lo que los partidos se apresuraron a tranquilizar a sus bases en estos lugares prometiéndoles blindar los correbous con una ley específica. El argumento es que a estos toros locales no se les da muerte, lo que las hace aceptables. Pragmáticos, los impulsores de la ILP aceptaron la regulación de los correbous, pese a calificarlos de "salvajada", en palabras de Anselmi, que considera que no basta con limitar algunos de los comportamientos más abusivos de
estos festejos. La norma, para más inri, iba a ser votada este miércoles junto a la ILP, lo que acentuaba el cinismo del arreglo, pero no lo será hasta el final de legislatura porque el PP la impugnó ante el Consell de Garanties Estatutaries, el órgano consultivo catalán.
La discusión parlamentaria ha sido ejemplar. En el hemiciclo se han oído las razones de unos y otros, con el mayor respeto.
Y tras toda esta extensa explicación/descripción de los hechos que han estado sucediendo hasta el día de hoy, yo os pregunto: ¿Qué opináis de todo esto? ¿Estáis a favor o en contra de las corridas de toros? ¿Qué pensáis de las otras tradiciones (correbous, bou embolat...), deberían prohibirlos también? ¿Suponen un maltrato para el animal?
Tal victoria, para los movimientos de defensa de los animales supondría un gran paso hacia adelante contra la “galaxia taurina”. En cambio, para los defensores de las esencias patrias es una ofensa más de los separatismos que quieren romper España.
En términos objetivos, sin embargo, el impacto sería mínimo. Los toros llevan décadas decayendo en Cataluña. Hace ya tiempo que cerraron todas las plazas, a excepción de la Monumental de Barcelona, incluidas algunas históricas como la de Olot con más de 150 años de historia. En cuanto al número de aficionados, últimamente solo la presencia de José Tomás, un torero que ha hecho suyo el coso barcelonés, conseguía llenar la plaza. No es menos cierto que el fervor antitaurino tampoco alcanzó nunca cotas dignas de mención. La fiesta, piensan algunos, se habría apagado sin necesidad de prohibirla.
El paisaje de esta batalla -vieja de siglos- es más complejo que lo que algunos desde fuera de Cataluña quieren ver. Es imposible, por supuesto, obviar una lectura en clave nacionalista: la lidia sería una tradición foránea introducida a la fuerza por el opresor español. Prohibirla solo sería un acto de justicia reparadora. Hace ya tiempo que el acoso y derribo del toro -y la devoción por el burro catalán- forma parte de las diversiones de los colectivos independentistas; el viejo toro de Osborne fue literalmente expulsado de las carreteras catalanas hace ya casi una década por hábiles comandos que le cortaban las patas una y otra vez.
La realidad, sin embargo, es que el elemento de fondo trasciende ampliamente las cuestiones nacionalistas y se inscribe mucho más en la creciente implantación social de las teorías de defensa de los animales. Leonardo Anselmi, el líder de Prou, el grupo que ha impulsado la Iniciativa Legislativa Popular (ILP), es argentino y un vegetariano vegano (que no acepta ningún alimento de origen animal). Entre los argumentos con los que ha conseguido reunir 180.000 firmas no figura ni una sola referencia a las identidades nacionales, la lengua o la personalidad de los pueblos.
La ILP para prohibir las corridas llegó al Parlament y el pasado 18 de diciembre fue aceptada a trámite por un margen ajustado: 67 diputados votaron a favor; 59, en contra, y 9 se abstuvieron. El marcador fue fruto de la decisión de PSC y CiU de dar libertad de voto a sus diputados, argumentando que este asunto no figuraba en su programa electoral; Esquerra Republicana e Iniciativa votaron en bloque por la abolición, y PP y Ciutadans, por que no se tramitara. Pese a que dieron libertad de voto, los grandes partidos mostraron sus inclinaciones. El diputado de CiU Josep Rull citó a Mahatma Gandhi: el grado de civilización de un pueblo, dijo, se mide por cómo trata a sus animales. El socialista David Pérez, reconocido taurino, pidió respeto por las minorías taurinas de Cataluña.
Pero no todo estaba tan claro. En las comarcas del Ebro existe una gran tradición de fiestas en las que el toro es protagonista, conocidas como correbous; encierros en los que el animal es más o menos maltratado según el lugar, la tradición -al bou embolat se le ponen bolas de fuego en los cuernos- o las ocurrencias de los jóvenes durante las fiestas. Prohibirlos podía tener un coste político muy alto, por lo que los partidos se apresuraron a tranquilizar a sus bases en estos lugares prometiéndoles blindar los correbous con una ley específica. El argumento es que a estos toros locales no se les da muerte, lo que las hace aceptables. Pragmáticos, los impulsores de la ILP aceptaron la regulación de los correbous, pese a calificarlos de "salvajada", en palabras de Anselmi, que considera que no basta con limitar algunos de los comportamientos más abusivos de
estos festejos. La norma, para más inri, iba a ser votada este miércoles junto a la ILP, lo que acentuaba el cinismo del arreglo, pero no lo será hasta el final de legislatura porque el PP la impugnó ante el Consell de Garanties Estatutaries, el órgano consultivo catalán.
La discusión parlamentaria ha sido ejemplar. En el hemiciclo se han oído las razones de unos y otros, con el mayor respeto.
Y tras toda esta extensa explicación/descripción de los hechos que han estado sucediendo hasta el día de hoy, yo os pregunto: ¿Qué opináis de todo esto? ¿Estáis a favor o en contra de las corridas de toros? ¿Qué pensáis de las otras tradiciones (correbous, bou embolat...), deberían prohibirlos también? ¿Suponen un maltrato para el animal?
Estoy totalmente a favor de que se prohiban las corridas de toros, los correbous y todo lo relacionado.
ResponderEliminarEs un maltrato clarísimo a los animales y no me cabe en la cabeza cómo a día de hoy, puede haber gente que disfrute viendo sufrir a un animal.
Yo también estoy en contra de las corridas. Pero joder, tendrian que prohibirlas en toda España, que si no es normal que aparezcan diciendo que es algo mas para separar a Cataluña... Por otro lado lo respeto, es algo tradicional, y comprendo que a gente le pueda llegar a gustar, a mi no, pero en fin...
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